Anteriormente, cuando los niños iban a la escuela, se levantaban siempre a la misma hora: 7:30 a.m. Intentábamos que se acostaran antes de las 10 p.m., pero los horarios se sentían forzados.
En invierno, se levantaban cuando todavía estaba oscuro, y en primavera-verano, debían irse a la cama aunque aún había luz afuera.
No cooperaban; los apurábamos para que se vistieran, se lavaran los dientes y los peináramos. Bajaban y tenían el desayuno servido, así como el almuerzo preparado.
Si bien son niños capaces de hacer todo esto de manera independiente, el apuro nos obligaba a estar constantemente tras ellos para que cumplieran con el horario.
Salían del colegio a las 3 p.m., llegaban a casa fatigados mentalmente y de mal humor. Al final, nuestra tarea era intentar conciliar con esas emociones de molestia y frustración que traían del colegio.
En el colegio, las maestras compartían con ellos durante su mejor momento del día: cuando estaban felices, dispuestos y llenos de energía. Sin embargo, al volver a casa, nos tocaba convivir con niños cansados y malhumorados.
Hoy, se levantan a las 8:30 a.m., más descansados y sin necesidad de despertador. Realizan su rutina por sí mismos, bajan, preparan su desayuno y colaboran en casa. Aunque las emociones fluctúan durante el día, ya no se intensifican al anochecer. Se van a la cama a leer hasta que les da sueño, con luces tenues para no estimularlos.
Hace unos meses quise organizar horarios para que cumplieran con la parte académica antes del almuerzo. Diseñéun horario en el que estipulaba la hora para cada actividad, pero solo lo seguimos por una semana; no pudimos mantenerlo.
Ahora, el horario no tiene horarios, valga la redundancia. Lo usamos como una guía rítmica para cumplir con las actividades a lo largo del día. Las actividades fijas, como karate, tienen un horario definido, mientras que las académicas deben realizarse antes de jugar o hacer manualidades.
Y funcionó tan bien que, estos días, incluso hemos iniciado el estudio de francés. Aún así, para las 2 p.m., ya podemos considerar que el día ha sido productivo.
Respetar los ritmos naturales: Inspiración Waldorf
La pedagogía Waldorf, desarrollada por el filósofo y pedagogo Rudolf Steiner, destaca la alternancia entre actividades expansivas y contractivas, reflejando el ritmo natural entre el día y la noche, la inhalación y la exhalación. En esta pedagogía no se imponen horarios estrictos, sino que se promueven ritmos diarios, semanales y anuales.
Por la mañana, el ritmo invita a iniciar y despertar: un comienzo lento pero constante para alimentarse y preparar cuerpo y mente para los aprendizajes académicos. Por la tarde, las actividades suelen ser más físicas: caminar hasta la plaza, ir a la biblioteca, reunirse con amigos, palear la nieve en invierno o jugar bajo la lluvia en verano.
Al llegar la noche, cuando cerramos el día, actividades como la lectura, el arte o los juegos de mesa forman parte de una rutina relajante que prepara para dormir. Este flujo, semejante a una respiración entre actividad y descanso, brinda seguridad y conecta a los niños con los ciclos naturales.
El ritmo diario se enlaza con el ritmo semanal, reservando los fines de semana para conectar con la familia y amigos, disfrutando de mayor flexibilidad.
Waldorf también nos inspira a observar las estaciones como marco del ritmo anual. En casa, celebramos los cambios de estación con pequeños rituales: manualidades y cuentos relacionados.
Durante el invierno, priorizamos la introspección y actividades calmadas como tejer o cocinar juntos. En verano, nos enfocamos en explorar la naturaleza y aprovechar el aire libre.
En el contexto del homeschooling, el ritmo también se adapta a las estaciones. Durante el invierno canadiense, solemos levantarnos más tarde y acostarnos temprano, acompañando la reducción de horas de luz. Por las noches, disfrutamos de cuentos y juegos tranquilos.
En verano, con sus días largos y cálidos, dedicamos más tiempo a aprender al aire libre, compartir picnics y descubrir nuevos lugares. Estas variaciones enseñan a los niños a conectarse con su entorno y a apreciar la belleza de cada estación.
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Independencia en el hogar: Inspiración Montessori
El enfoque Montessori nos proporciona herramientas valiosas para estructurar la autonomía en los niños. Como mencioné anteriormente, cuando mis hijos iban a la escuela, su independencia se veía limitada. En la prisa por cumplir con los horarios y las expectativas externas, su autonomía se veía truncada.
Hoy en día, en casa, mis hijos son capaces de prepararse comidas simples, organizar sus espacios, y, dado que el espacio común donde comemos, estudiamos y jugamos es reducido, ellos también deben ser responsables de mantenerlo ordenado.
Este es un ejercicio constante; al igual que aprender las tablas de multiplicar requiere repetición y creatividad, el orden es una habilidad que debe practicarse regularmente. Esta libertad dentro de un marco ordenado fomenta confianza y curiosidad.
El método Montessori, iniciado por la doctora y pedagoga Maria Montessori, no solo se enfoca en actualizar los espacios para que estén al alcance de los niños. Esta es, en realidad, una consecuencia de su premisa principal: la educación para la paz.
A través de esta filosofía, se promueve una educación centrada en el niño como protagonista, respetando sus ritmos y su capacidad de aprender. La paz solo puede alcanzarse si nos enfocamos en la educación infantil. La educación debe basarse en la cooperación, no en la competitividad, y debe tratar a cada niño como un ser único e importante.
En las escuelas tradicionales, se reprende a los niños por ayudar a sus compañeros a encontrar respuestas durante exámenes, y deben enfocarse en sí mismos para aprobar y ganar premios por ser superiores a los demás en los promedios. Esta competencia constante crea adultos egoístas y desconectados de la sociedad.
Los alumnos que egresan de un sistema educativo competitivo, atrapados en la burbuja de una institución, obtienen su título, pero no saben cómo funciona la sociedad ni han tenido la oportunidad de explorar sus verdaderos intereses desde la individualidad. Se les exige elegir una profesión sin haber experimentado de manera auténtica lo que realmente los motiva.
Mi intención, como madre, es fomentar en mis hijos la capacidad de ser parte activa de la sociedad, de comunicarse con respeto con otros, tanto niños como adultos. Quiero que piensen en los demás, ofrezcan ayuda cuando sea necesario y pidan ayuda cuando la necesiten.
Educación Viva: Inspiración Charlotte Mason
Charlotte Mason fue una educadora inglesa que, al igual que otros exponentes de la pedagogía, se preocupó por educar a los niños en su totalidad: mente, cuerpo y espíritu, sin importar su condición socioeconómica. Su metodología ofrece una perspectiva encantadora: conectar a los niños con la naturaleza y nutrir su imaginación a través de lo que ella llamó “libros vivos”.
En casa, dedicamos tiempo a paseos y a la observación de la naturaleza. Este contacto constante con el entorno, que se intensifica durante los meses de mayor temperatura, enriquece sus aprendizajes y despierta una profunda admiración por lo simple.
Otra idea valiosa de Charlotte Mason es alternar bloques de aprendizaje corto con pausas. Estas interrupciones no solo renuevan la energía de los niños, sino que también hacen que disfruten más cada tarea. En nuestra experiencia, combinar este enfoque con las ideas de Waldorf y Montessori crea una jornada equilibrada y enriquecedora.
Pequeños Ajustes, Grandes Cambios
Crear un ritmo no es complicado, pero sí requiere observar y ajustar constantemente. Tener horarios para las comidas, el sueño y las transiciones importantes hace que todo fluya mejor.
Puedes descargar el cuadro de horarios que seguimos en casa para aplicar estas ideas aquí.
¿Y vos? ¿Cómo manejás el ritmo en tu casa? Me encantaría leer tus ideas en los comentarios. ¡Aprendamos juntos a hacer que cada día sea más lindo y significativo!