Como una de las famosas Blue Zones, Okinawa se destaca por su alta concentración de personas longevas y saludables. Aquí, los mayores de 80 y 90 años no solo viven más, sino que lo hacen con calidad de vida, manteniéndose activos, conectados y llenos de propósito. Su enfoque holístico, que equilibra una dieta nutritiva, relaciones significativas y una actividad física constante, es un recordatorio de que las pequeñas decisiones diarias tienen un impacto inmenso en nuestro bienestar.
Mi viaje a Okinawa, organizado por la escuela Miyazato, fue mucho más que un entrenamiento físico. Fue una inmersión profunda en la esencia del Karate y un reencuentro con los valores que este arte marcial busca transmitir.
Entrenamiento con Amigos y retorno a lo esencial
La enseñanza del Karate tradicional okinawense tiene un enfoque especial: antes de enfrentarte a cualquier oponente externo, debes conectarte contigo mismo. Y por oponente, no solo hablamos de otra persona, sino también de los desafíos y problemas que enfrentamos en la vida cotidiana.
Este viaje me permitió reconectarme con mi Sensei, compañeros y amigos, un recordatorio de que el aprendizaje no sucede en soledad. Cambiar de compañeros de práctica me ayudó a ver nuevas perspectivas y entender que cada técnica tiene un propósito profundo que va mucho más allá de la superficie.
Comenzamos con entrenamientos cortos para adaptarnos al clima y al cambio de horario, pero el verdadero inicio fue en el seminario de apertura en el Sawafuji Hall. Desde allí, los días se llenaron de talleres técnicos y filosóficos que me hicieron reflexionar sobre el Karate no solo como un arte marcial, sino como un arte integral de vida.
La experiencia culminó con una cena especial por el 65º aniversario de la escuela, donde celebramos los logros pasados y renovamos nuestro compromiso con el futuro. Y para cerrar el fin de semana, nos reunimos en Kira Kira Beach, un lugar que nos recordó la importancia del equilibrio entre cuerpo, mente y naturaleza.
Uno de los momentos más emotivos fue parte del homenaje en las ruinas de la casa de la familia Miyazato, hoy un Patrimonio Histórico de la ciudad de Nishihara.
Estar en ese lugar, cargado de historia y significado, fue conmovedor. Escuchar al Sensei Masatoshi contar historias sobre la infancia y juventud de su padre, cómo conoció a Yoshiko Nakasone y cómo surgió la idea de migrar a Argentina, nos hizo sentir conectados a una historia mucho más grande que nosotros mismos.
Crecimiento personal
Además de las prácticas, tuvimos momentos de profunda reflexión. Visitamos lugares significativos como el cementerio de los ancestros y grandes maestros, el majestuoso Shurijo en proceso de reconstrucción y el Shinkina-en, un jardín que emana serenidad. Estos espacios son un reflejo de cómo la cultura okinawense honra su pasado mientras construye su futuro.
El Miyahira Dojo fue otra parada clave. Allí, el respeto por los ancestros y las enseñanzas tradicionales es palpable. Fue un privilegio entrenar en un lugar donde generaciones de practicantes han pulido sus técnicas y fortalecido sus espíritus.
Mirada al Futuro
Este viaje me ha dejado claro que mi misión va más allá de enseñar movimientos en el dojo. Quiero crear un espacio donde mis estudiantes no solo aprendan técnicas, sino también valores y herramientas para crecer como personas.
Inspirada por las caminatas que hicimos para honrar a Sensei Shoei Miyazato y Sensei Seikichi Iha, quiero organizar actividades similares en mi dojo. Quiero transmitir la importancia de las conexiones humanas, la reflexión y el compromiso con un propósito más grande.
Okinawa me recordó que el Karate es más que una disciplina física: es una forma de vida que conecta generaciones, culturas y corazones.
Es una filosofía que trasciende el dojo y se refleja en nuestras decisiones diarias. Mi objetivo es compartir esta esencia con mis estudiantes y continuar aprendiendo y creciendo con ellos.
Este viaje fue un recordatorio poderoso de que el Karate no termina al salir del dojo. Vive en nuestras acciones, en cómo enfrentamos los desafíos y en la forma en que nos relacionamos con los demás. Okinawa me dio una nueva perspectiva y un renovado compromiso para caminar este camino con humildad, gratitud y determinación.