Como las estaciones del año considero nuestra vida cíclica, nuestro cuerpo, mente y espíritu están conectados con la naturaleza.
Nuestros abuelos nacieron en una época en la que la expectativa de vida era de menos de 40 años. Actualmente en latinoamérica esa cifra se ha elevado a 74 años. Es por ello que cuando éramos adolescentes la frase que más escuchábamos de parte de las personas mayores era: “tenés que hacerlo ahora que estás a tiempo, que aún sos joven”, “estás en la flor de su juventud, tenés que aprovechar que luego no vas a poder”, “sentá cabeza, estás ya mayor” y apenas teníamos veintialgo años.
La idea de que la temprana juventud sea nuestra única oportunidad para florecer es un mito que a menudo nos presiona. ¿Si pasa la primavera en la juventud, ya no nos quedaría otro momento para desarrollarnos?
A los 33 años, he experimentado un renacimiento personal gracias a la maternidad, las mudanzas y la exposición a diversas culturas. He encontrado creatividad y estabilidad mental en un momento en el que muchas personas comienzan a sentir la presión de cumplir con las expectativas sociales. El crecimiento y el florecimiento no se limitan a una temporada de la vida.
Tengo seguridad ahora en mis 33 gracias a mi familia, los cambios y el contacto con amigos con diversas creencias y opiniones. Tengo claro que aún soy joven, sin embargo esta reflexión quiero que me acompañe en las próximas décadas. Ahora siento que florezco con fuerza y estabilidad mental. Mi adolescencia y adultez temprana pasaron con mucha incertidumbre mental. No disfruté de aprender en la universidad, la cual no terminé.
Los exámenes representaban ataques de pánico, dolores de estómago, caída de cabello. La ansiedad y los exámenes representaban obstáculos abrumadores, lo cual me llevó a terapia. Durante las sesiones aprendí que cada etapa de la vida tiene su propia belleza y oportunidades de crecimiento, y que mis experiencias han contribuido a sanar mentalmente.
Vivamos la imperfección de crecer y abracemos el cambio en cada etapa, alivianar el peso de buscar lo impoluto y dictado como socialmente aceptado.
La primavera es un momento para conectarnos con nuestro ser interior y con el mundo que nos rodea, pero es a través de todas las estaciones, verano, otoño e invierno, que alcanzamos una armonía completa y nos mantenemos fieles a nosotros mismos.
Los invito a hacerlo juntos.